Desdoblando la realidad

En favor de la riqueza, el éxito, la abundancia y la prosperidad. 

Blog personal de Marian Schwartz

ACTITUD IGUAL A DESTINO.

Aug 28, 2022
Hell Sellers Academy
ACTITUD IGUAL A DESTINO.
19:58
 

Si yo te dijera que la oportunidad que tú menos consideras (incluso hasta desprecias) puede ser la puerta a la vida que tanto deseas ¿Qué me dirías?

Déjame contarte una pequeña historia de la vida real, para mostrarte como tienes en tus manos la posibilidad de cambiar tu realidad ahora mismo, desde donde estás y con los recursos que tienes y sin necesidad de nada más. ¿No me crees? Ahora te lo voy a demostrar.   

Debajo voy a compartirte un capítulo de mi nuevo libro (aún sin publicar) donde hablo sobre el factor más importante de la psicología humana para el éxito personal...

No quería adelantar el libro la verdad, pero dado el pesimismo reinante que observo en las personas, la desazón (principalmente en los jóvenes) creo que sería muy egoísta de mi parte guardarlo para mi, sabiendo que puede ayudar.  

Ojala y te sea de utilidad.

ACTITUD IGUAL A DESTINO

 El impacto invisible de la actitud.

La palabra actitud debe ser una de las más repetidas por los expertos en psicología del desarrollo personal y por toda clase de personalidades destacadas del mundo de los negocios, los deportes, las artes y otras industrias, para explicar una de las causas fundamentales del éxito.

No conozco a ningún ícono de los negocios que no destaque la importancia de adoptar una actitud positiva para triunfar. Desde John D. Rockefeller, Walt Disney o Henry Ford en el siglo pasado, hasta Elon Musk, Jeff Bezos, Rafael Nadal o Dwayne “La Roca” Johnson en la actualidad, todos destacan la actitud personal como factor primordial para triunfar en el mundo profesional y en la vida.

Sin embargo, yo tengo la sensación de que las personas, en general, aún no consiguen dimensionar el impacto que su actitud tiene en sus resultados, en su destino. Me parece que subestiman el poder que la actitud tiene para bien o para mal a la hora de crear su realidad.

Muchos creen que lo de la actitud es un mito y que no sirve de nada cambiar la actitud frente a la “realidad”. Por eso, adoptan una actitud negativa por default o indiferente, que termina siendo el factor principal de su fracaso y mediocridad.

Esta observación que hago proviene de interactuar permanentemente con profesionales de todas partes del mundo que viven quejándose de su situación actual. Y, cada vez, hacen menos por intentar cambiar o mejorar, como si ya se hubieran dado por vencidos. Aceptan las circunstancias negativas sin rebelarse, sin cuestionarse, sin luchar. Y esa, en definitiva, es la actitud más peligrosa de todas, porque se ponen a sí mismos en manos del azar o, lo que es peor, en manos de alguien más.

Mi objetivo es mostrarte con una simple historia de la vida real cómo cambiando tu actitud puedes cambiar tu destino y transformar una oportunidad cotidiana, que incluso muchos llamarían “una oportunidad mediocre”, en una verdadera oportunidad existencial.

 

No existen oportunidades pequeñas.

Cuando tenía 19 años, un conocido me ofreció trabajar por unas semanas como motomandado (delivery) en una empresa comercializadora de cereales en mi ciudad. Era un trabajo de temporada, solo por algunas semanas. El mismo consistía en manejar una moto de la empresa y llevar y traer documentos durante la mañana.

En temporada de cosecha, el trabajo administrativo se incrementaba considerablemente y la persona encargada de salir a hacer los trámites estaba más ocupada. No podía hacerlo. Para eso contrataban a alguien extra.

Esa pequeña oportunidad (que la mayoría ni siquiera consideraría como oportunidad) significaba mucho para mí. En ese entonces ni siquiera había terminado la escuela secundaria y la perspectiva de mi futuro más que incierta, era sombría. Había pasado por 5 escuelas secundarias diferentes. De 3 me habían echado por indisciplinado y en las últimas 2 había abandonado por vago. Básicamente, me había dedicado a malgastar los años de mi adolescencia entre la vagancia, las drogas y meterme en todo tipo de problemas.

No tenía ningún conocimiento ni habilidad en especial más allá de malgastar el tiempo y holgazanear. En eso era especialista. Era el típico “NI-NI”, ni estudiaba ni trabajaba. Un parásito de la sociedad.

La cuestión es que, después de vivir algunas experiencias en extremo desagradables – de esas que te hacen ver de cerca la cara de la muerte – y tocar fondo, estaba tratando de encaminar mi vida. Había comenzado el último año de la secundaria en la escuela nocturna y durante el día trataba de mantenerme ocupado para no volver a la vieja rutina.

Por todo eso, ese simple trabajo representaba más que una oportunidad para mí y llegaba en el momento justo de mi vida. No era la plata ni el puesto lo que me entusiasmaba. Era simplemente que alguien había confiado en mí. Representaba la puerta de entrada a una nueva vida y no tenía pensado dejarla escapar. Aunque pueda parecerte ridículo, todo eso era lo que representaba un simple trabajo de motomandado para mí.

Me prometí a mí mismo que si me echaban o no me llamaban más sería por cualquier circunstancia externa a mí, pero no por un autosabotaje (como normalmente me ocurría). Con esa mentalidad me propuse comenzar a trabajar ahí.

Desde el primer día fui vestido de camisa y pantalón de vestir. No era un requisito de la empresa, todo lo contrario. Pero cuando mi mamá se enteró de que iba a comenzar a trabajar (un milagro) me regaló esa ropa para que pudiera ir más o menos presentable.

Todavía me acuerdo como si fuera hoy. Era un pantalón de vestir gris y una camisa rosada tirando a blanca con unos detalles de rayas cuadriculadas muy sutiles.

Como era muy importante ese trabajo para mí, y representaba todo lo que te acabo de describir, yo decidí ir vestido así desde el primer día. Yo era el motomandado de la empresa, el delivery, e iba vestido igual o mejor que el gerente y el resto de mis compañeros. ¿Te puedes imaginar? Hoy, e incluso en aquel entonces, podría considerarse – como se usa la expresión en inglés “overdressed” (estar sobrevestido) – exagerado y hasta ridículo. Imagínate a un delivery, que va a trabajar por primera vez vestido así.

Mis nuevos compañeros de trabajo me hacían bromas debido a eso. Me decían: “Hey, ¿dónde queda el casamiento?”, “¿Dónde dejaste la novia?” o “¿Después de acá te vas a bailar?” y cosas así. Pero a mí no me afectaba, porque yo sabía que mi forma de vestir demostraba mi interés en el trabajo y, lo más importante, cuál era mi verdadero objetivo ahí.

Recuerdo que competía conmigo mismo para ver qué tan rápido podía hacer todo el recorrido. Me cronometraba el tiempo que tardaba en hacer todos los trámites y cada día intentaba hacerlos un poco más rápido.

Claro, mi objetivo era ir y volver lo más rápido posible para estar ahí y que me dieran otra tarea para hacer dentro de la oficina. Mientras que mis compañeros, cuando salían, aprovechaban para dar vueltas por ahí y despejarse del trabajo. Por eso se demoraban más.

A veces mis compañeros me daban trámites y documentos en exceso para llevar. Me daban la factura del cable, del teléfono celular o de la tarjeta de crédito. Y, antes de salir, me desafiaban a ver si podía batir récords de velocidad.

Para mí, era un juego. Yo era el más joven de la empresa por lejos. Mis compañeros tenían 12 o 15 años más que yo. Yo solo estaba emocionado de estar trabajando ahí y, por primera vez, sentirme útil.

No hay nada más importante para forjar la confianza y autoestima de un ser humano que sentirse útil.

Debo reconocer que a veces, de tan rápido que quería hacer las cosas, andaba como un loco en la calle. Le salía humo al motor de la motito cuando regresaba. A veces frenaba unas cuadras antes en un lavadero para echarle agua al motor y enfriarlo, porque el gerente de operaciones lo controlaba. Me habían llamado la atención por andar tan rápido.

Una vez iba como a 80 km/h por una avenida, y esa motito tenía cambios rotativos (de esos que si vas en cuarta y subes otra marcha más, vuelve directo a primera) Iba manejando con una sola mano, porque en la otra traía el esmoquin de mi jefe recién sacado de la tintorería. Me olvidé de que iba en 4ta y quise poner una marcha más. La moto pasó de 80 km/h a 10 km/h en tres segundos. No me caí, pero el esmoquin del gerente terminó en la calle, con la marca de las ruedas de los autos estampadas por todos lados.

Llegó un punto en donde directamente me prohibieron andar tan rápido, porque tenían miedo de que tuviera un accidente o me pasara algo. Así que me tuve que regular y andar más despacio.

 

Las oportunidades suelen tener cara fea.

Uno de esos días que había regresado temprano de hacer los trámites, el gerente operativo me preguntó si me animaba a ordenar el archivo. En aquel entonces, todo era en papel y había que ordenar de forma correlativa cientos de facturas, órdenes de pago, notas de crédito, débito, etc. “¡Sin dudas!” le dije. Era el trabajo que nadie quería hacer. Cada vez que alguien tenía que ir al archivo, se quejaba porque era como entrar en la selva de Vietnam; podías perderte en el desorden de papeles y no salir más. Pero como siempre digo:

“El trabajo que nadie quiere hacer puede ser tu oportunidad para destacar y prevalecer”.

Así que comencé a trabajar de delivery y también en el archivo de ese lugar. Cuando encontraba que faltaba alguna factura o documento, entraba a las oficinas y les pedía a mis compañeros que la reimprimieran. Así fui familiarizándome con toda la parte administrativa. A veces mis compañeros estaban muy ocupados y me decían: “Siéntate ahí e imprímelas tú”. Poco a poco fui también aprendiendo cómo funcionaba el sistema de facturación y todo lo relacionado con la operativa de la empresa.

Un día, uno de mis compañeros que estaba en la oficina administrativa de facturación tuvo que faltar por algunas semanas, y el gerente de operaciones tuvo que buscar un reemplazo. ¿A que no sabes a quién encontró? Pues sí, ahí estaba yo. Vestido para la ocasión y listo para tomar acción. Te vas dando cuenta, ¿no? Cómo es nuestra actitud la que va definiendo nuestro destino.

Por ese mismo lugar ya habían pasado otros deliveries. Por ese mismo archivo ya habían pasado otros pasantes y suplentes que no habían sabido o no habían querido aprovechar la oportunidad, por carecer de la actitud correcta o por carecer de la mentalidad adecuada.

La mayoría, como pasa aún hoy con un gran porcentaje de los empleados, solo iba a cumplir con el horario, a hacer lo justo y necesario, nada más que para cobrar su salario. Porque déjame decirte algo, yo no tenía ninguna otra cosa que me hiciera especial. Nada. Cero. Te lo puedo asegurar. Es más, si le preguntas a cualquier persona que me conoce de esa época, te va a decir, como decían entonces: “¿Cómo puede ser que alguien te quiera contratar?”. Yo no disponía de ningún conocimiento especial, de ninguna habilidad en particular. Al contrario, tenía muchas desventajas desde el punto de vista convencional (ni siquiera había terminado la escuela secundaría). Era casi un analfabeto académico. Pero mi actitud interesada por aprender y competir, más el hambre que tenía por ser alguien y escapar del destino gris que amenazaba mi porvenir, fue lo que en poco tiempo me permitió avanzar. Y estando en ese lugar, ahora no iba a parar hasta llegar a donde yo quería llegar.

 

La actitud competitiva es tu gran diferencial.

Cuando comencé en la oficina administrativa, seguí con la misma actitud que cuando entré como motomandado. Competía conmigo mismo para hacer las cosas lo más rápido y eficientemente posible. Lo que otros hacían en 4 horas, yo lo hacía en 2. Y en el tiempo libre aprovechaba para aprender cosas nuevas o salir a hacer los trámites administrativos.

Para que quede claro, yo no hacía las cosas más rápido que los demás porque tenía alguna habilidad especial, no. Yo solo hacía mi trabajo todo lo mejor que podía, sin especular. Lo que pasaba es que mis otros compañeros muchas veces se demoraban más de lo normal. Disminuían a propósito su rendimiento para llegar siempre al final del día con lo justo. Cargaban la última factura en el sistema a las 17:59 hs., justo antes de irse, y así evitaban que les dieran más actividades. Yo hacía lo contrario: buscaba terminar rápido para aprender más.

Cuando llegaba la hora de salir de la oficina, normalmente me quedaba un rato más. Un rato que muchas veces se hacía una o hasta dos horas más. Prefería quedarme en ese ambiente, antes que andar afuera de vago. Me quedaba adelantando trabajo o simplemente leyendo y aprendiendo algo relacionado a mi trabajo. Yo sabía que mientras estuviera ahí, estaba lejos de la droga y a resguardo de las malas compañías. Mientras estuviera trabajando tenía menos posibilidades de estar autosaboteándome. La oficina era como mi templo sagrado, mi baticueva (aún hoy lo es).

Recuerdo una vez que el teléfono de la oficina comercial sonaba y nadie lo atendía. Mis compañeros de ese departamento se habían ido antes por alguna razón, y yo miraba a mis otros compañeros con los que compartía la oficina administrativa en forma inquisitiva, como diciéndoles: “¿Y, nadie va a atender?”. Ellos me decían: “Déjalo que suene nomás”, “Ya es tarde y estamos por irnos”, “Que vuelvan a llamar mañana”, “No es nuestro departamento, no es nuestra responsabilidad”. Como el teléfono seguía sonando, me levanté, crucé de oficina y levanté el teléfono. Del otro lado estaba uno de nuestros clientes más importantes. “¿Quién habla?” me preguntó. “Soy Mariano”, le dije, “del departamento administrativo”. “Escúchame, Mariano, necesito pasar una orden de 600 toneladas de trigo para vender. ¿Me la puedes tomar…?”.

Recuerdo ese día como si fuera hoy, porque ese día sentí que se despertó en mí el interés por el mundo comercial. Tenía un compañero que era el gerente del departamento comercial, que siempre se quedaba después de hora también. Él era el primero en llegar y el último en irse. De él aprendí gran parte de mi ética profesional.

Casi siempre llamaban clientes a último momento o después de hora para cerrar alguna operación. Si él estaba ocupado hablando por un teléfono y sonaban los otros, me dejaba atenderlos. Yo tomaba la orden de la operación y le ayudaba a cargar los contratos generados en el sistema y a pasar las confirmaciones de negocio a los clientes hasta última hora. A veces nos quedábamos hasta las 8 o 9 de la noche. A veces me tenían que echar para que me fuera porque si no llegaba tarde a la escuela. Él me decía: “Ya está, Mariano, andáte”. O el gerente operativo, que era otro de los que se quedaba después de hora, me decía en tono de broma: “¿No tenés casa vos? Andáte, no te quiero ver más acá”.

A veces iba a trabajar hasta los sábados. La oficina abría solo de lunes a viernes, pero un sábado por la mañana pasé por la puerta y vi que estaba el auto del gerente comercial estacionado afuera. Toqué el timbre y ahí descubrí que muchas veces él iba los sábados a hacer cosas que le quedaban pendientes. Desde entonces, comencé a ir los sábados también. A veces, si no tenía nada para hacer, iba solamente a cebarle mate y hacerle compañía. Como dice Grant Cardone:

 

“Si tú no puedes estar sentado en la mesa de negociación, al menos quédate sirviendo agua dentro de la habitación”.

 

En este caso no servía agua, pero cebaba mate. El gerente comercial me decía en tono de broma: “Vengo los sábados para estar solo y tranquilo, y ahora te tengo a vos de plaga acá. ¿Sos huérfano? ¿No tenés padres, no tenés amigos, no tenés novia a quién dedicarle tiempo?" Ese era mi nivel de obsesión.

Así comencé a aprender el oficio comercial. Simplemente por estar ahí, mostrar interés y estar dispuesto a hacer lo que los demás no querían hacer. Quedarme después de hora y atender el teléfono me permitió no solo aprender todo lo relacionado con la mesa comercial, sino que además me permitió establecer buenos vínculos con los clientes que llamaban y hacerme conocer. Llegó un momento en que, si algún cliente llamaba y no estaba ninguno de los compañeros de la mesa comercial disponible, preguntaban por mí. O incluso algunos me llamaban directamente a mi celular, porque yo siempre atendía, sin importar la hora.

 

Tu actitud es tu sello distintivo y tu marca personal.

Un día, uno de mis compañeros que estaba en la mesa comercial renunció y se fue a trabajar a otro lugar. ¿Y a que no sabes a quién seleccionaron para ocupar su lugar? Correcto, a mí. ¿Al más inteligente? No. ¿Al más habilidoso? Tampoco. ¿Al más simpático? Ni de casualidad. ¿Al que tenía más trayectoria? Menos. ¿A quién entonces? Al que con su actitud había demostrado tener más ganas de ocupar ese lugar.

Así fue como llegué a la mesa comercial en poco más de dos años de haber ingresado como motomandado a esa empresa. Había otros compañeros y compañeras que estaban en la empresa mucho antes que yo, a los que podría haberles correspondido el ascenso de posición. Pero te repito,

Es tu actitud lo que determina tu destino. No es tu nombre o tu apellido, ni tu antigüedad, ni a quién conoces, ni tu currículum.

De hecho, una de las razones por la cual me seleccionaron para ir a la mesa comercial fue porque, al preguntarle el gerente comercial a quién prefería de compañero, él dijo que a mí. A todo esto, ¿tú crees que alguna vez pregunté o me interesé por saber cuánto iba a ganar o cuántas horas iba a trabajar? Nunca, jamás. Jamás pregunté antes de aceptar el trabajo o aceptar un ascenso cuánto iba a ganar, ni me interesaba saber cuántas horas tenía que trabajar. Nunca especulé. Lo que me interesaba en ese momento era aprender, ser cada vez más útil y situarme a mí mismo en una posición más consolidada en la empresa desde el punto de vista del conocimiento y la responsabilidad, nada más. Disponía de una actitud 100% genuina por competir, aprender y crecer como profesional. Yo sabía que mientras más conocimientos adquiriera del funcionamiento de la empresa y la actividad, más responsabilidad me iban a dar.

La responsabilidad que tú no aceptas la asume alguien más, y ese que asume la responsabilidad también asume con ella todos los beneficios que los irresponsables dejan pasar.

 

Nunca te acostumbres a la comodidad. 

En esa empresa me formé y aprendí el oficio comercial. Fue mi introducción al mundo de las ventas, los negocios y mi plataforma al mundo profesional y empresarial. Hice todos los cursos y capacitaciones que estuvieron a mi disposición durante los 5 años que estuve ahí: Perito Clasificador de Cereales, Operador de Mercado de Granos, Operador de Futuro y Opciones, Analista de Mercado Internacional, etc.

Luego, cuando conocí a Annette y me enamoré, renuncié a esa empresa porque tenía la necesidad de tener mayor independencia laboral. Viajábamos mucho para poder vernos, y en relación de dependencia era muy acotado el tiempo que podía ocupar. Por eso tomé la decisión de independizarme y renunciar.

Todos me decían que me había vuelto loco por dejar una empresa con ese potencial y ocupando el lugar que estaba ocupando a los 24 años. Y es verdad, si no me hubiera enamorado y perdido la cabeza, probablemente no habría dado ese paso. Las hormonas del amor habían anestesiado mi neocórtex, la parte racional de mi cerebro, y con eso habían desaparecido la gran mayoría de mis miedos. Es algo que siempre recomiendo. El mejor momento para visualizar, planificar y tomar decisiones sobre tu futuro es mientras estás enamorado. Nunca vas a poder visualizar un mejor futuro que estando en ese estado.

Comencé entonces mi camino como profesional independiente en el comercio internacional. Con los ahorros que tenía, que no eran muchos (algo así como $2000 dólares a valor de hoy), me pagué la tecnicatura en comercio internacional. Estuve como dos años para poder hacer mi primer negocio internacional. En el medio tuve que vender mi moto y mi auto para poder solventar mis gastos y poder viajar.

Siempre y en todo momento mantuve la misma actitud que cuando comencé a trabajar como motomandado. Siempre tuve como prioridad aprender y brindar el mejor servicio posible a mis clientes, sin especular. Eso me ha permitido desarrollar una carrera profesional en el mundo del comercio internacional, trabajar en tres industrias diferentes, con empresas en más de 20 países y en 4 continentes. Me ha permitido además disfrutar de lo más sagrado: la libertad financiera para poder viajar y vivir en cualquier lugar del mundo con mi familia. Y vivir experiencias maravillosamente enriquecedoras desde el punto de vista personal y profesional.

 

Tu actitud define tu destino.

Fíjate cómo una pequeña e insignificante —para muchos— oportunidad puede convertirse, con la actitud correcta, en la puerta al mundo, a tu libertad financiera y a todo lo que alguna vez has soñado alcanzar. Tu actitud puede ser el activo más grande que tienes a disposición si lo sabes usar o el pasivo más tóxico y pesado si no eres consciente de su valor y vives sin responsabilidad.

Tu actitud está permanentemente definiendo el trayecto de tu vida, tus resultados y el futuro de tu destino.
Hoy mismo podría estar siendo el factor que te esté impidiendo aprovechar la oportunidad que cambie tu destino. Nunca subestimes el poder que tu actitud tiene a la hora de modelar tu vida. Por el contrario, disponte a usarla de forma consciente para afectar positivamente tu realidad. Mientras más dispones voluntariamente de tu actitud, más se fortalece y más te favorecerá. Sobre todo, en el mundo de las ventas y los negocios, vas a necesitar tu actitud más que a nada en el mundo.

En mis 18 años de experiencia en el mundo de las ventas, los negocios y el comercio internacional, he conocido una gran cantidad de vendedores top, de clase mundial. Y déjame decirte que ni uno solo de ellos tenía una actitud negativa. Nunca, jamás. Por el contrario, si hay algo por lo que se destacan es por mantener siempre una actitud positiva, competitiva, persistente, repleta de confianza y autoestima. Tu actitud puede ser tu arma más letal, en tu favor o en tu contra.

Como dijo el filósofo y psicólogo estadounidense William James: “El descubrimiento más importante de todos los tiempos es que una persona puede cambiar su vida con solo cambiar su actitud”.

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Para terminar, si te ha sido útil lo que has leído, te pido que compartas este capítulo con otras personas. Tal vez además de beneficiarte a ti mismo, puedes ser el "motomandado" que le acerca la ayuda a alguien que lo necesita. 

Si te interesa profundizar más en el desarrollo personal y profesional, sabes que puedes encontrar todos los cursos disponibles en www.hellsellersacademy.com 

Ahí comparto todos los conocimientos, técnicas y estrategias que yo he utilizado y utilizo para mi propio desarrollo personal y profesional. 

Por tu éxito y tu libertad.